Es común escuchar que la adolescencia es una etapa con la cual es “difícil” de lidiar debido a diferentes problemas que esta puede presentar, pero ¿Qué ocurre realmente en la adolescencia? ¿Qué la hace tan complicada? y finalmente ¿En qué momentos hay que consultar con un profesional? El siguiente artículo busca de manera sencilla familiarizarnos y reconocer algunos de los temas que hay que tener presentes respecto a la adolescencia y los cambios que esta conlleva.

La pubertad es el primer paso de la adolescencia donde comienza la etapa de transición de la infancia a hacia la edad adulta. Es caracterizada por múltiples cambios que se comienzan a desarrollar en el campo anatómico, fisiológico y psicológico. Generalmente en las niñas comienza a aparecer entre los  10 a 11 años y en los niños entre los 12 y 13 años aproximadamente. Los cambios corporales son producidos principalmente por la mayor cantidad de hormonas que el organismo comienza a generar (testosterona, progesterona y estrógeno). A partir de esto es que los adolescentes emprenden una edad donde repentinamente su cuerpo comienza una serie de cambios en distintas proporciones, siendo principalmente el aumento de estatura, olor corporal, vello corporal, vello púbico, desarrollo de los órganos sexuales, cambios en la piel, tonos de voz y aumento de musculatura etc. Estos cambios suelen ser múltiples en corto tiempo, por lo que para el exterior tienden a ser manifestaciones muy evidentes pero no por ello significa que pueda ser fácilmente comprendido por aquellos que los vivencian.

La pubertad implica un proceso psicológico, social y corporal. En muchas ocasiones el desarrollo afectivo no es directamente proporcional al corporal, lo que muchas veces se puede ejemplificar con adolescentes físicamente maduros pero emocionalmente inmaduros. La discrepancia que se genera entre los cambios físicos y emocionales en múltiples ocasiones genera dificultades para relacionarse con las personas que los rodean, dígase profesores, compañeros o parientes. La pubertad es reconocida por ser una etapa donde se vuelve más difícil relacionarse con los adolescentes y esto se debe a que la comunicación se complica y es común escuchar “es que nadie me entiende” de parte de los  y ocurre que aún ellos mismos suelen no comprenderse.

Es frecuente que se trate como un adulto a un joven que presente características físicas más desarrolladas, como adolescentes que han crecido rápidamente o comienzan a tener vello facial u corporal por ejemplo. Pero en el ámbito emocional quizás no esté preparado para afrontar los desafíos que la pubertad puede presentar. También el trato infantilizado a un adolescente que pueda verse físicamente infantil pero haya alcanzado una madurez emocional, puede ser un factor que genere conflictos que se desarrollen en entornos sociales, familiares, académicos deportivos u escenarios donde los adolescentes suelen participar.

El camino a transitar en la adolescencia genera que los jóvenes estén más curiosos respecto de su entorno. Suele aparecer mayor interés por temáticas en las cuales busquen ser parte de conversaciones con la familia intentando diferenciar lo que se dice de lo posible, es decir, es común que los adolescentes puedan poner en tela de juicio todo lo que no les haga sentido, dado que han accedido a una nueva forma de pensamiento en base a los cambios que están comenzando a experimentar. Esto significa que comienzan a formular hipótesis o razonamientos propios sobre los temas que les llaman la atención y no solo aceptan lo “dicho por un adulto”. En lo cotidiano es visible cuando se perciben adolescentes que no acatan las normas que se les imponen y constantemente tienen conflictos con las figuras autoritarias. Generalmente esto repercute en discusiones sobre temas como el amor, los estudios, amistades, familia u hobbies por ejemplo, y puede establecer dificultades en el diálogo entre padres e hijos como también entre hermanos.

Por otro lado fuera del entorno familiar también ocurren conflictos con diferentes personas de su entorno social como profesores, compañeros y parejas. Por lo que la dificultad de comunicación entre los adolescentes y su entorno puede ir deteriorándose llegando a ser particularmente complicado tener una conversación que permita saber en qué momento se encuentra un joven.

Al estar insertos en nuevos círculos sociales, aparecen nuevas actividades como salidas con amigos o cumpleaños las cuales son fundamentales para su desarrollo. Comienzan a pertenecer o no a grupos con los que tienen en común ideas similares, gustos o simplemente se sienten cómodos. Esto genera una serie de normas y valores nuevos con los cuales los jóvenes se comienzan a identificar y a su vez forman discordancias entre valores que tienen en sus pares sociales respecto a los que poseen en su grupo familiar, teniendo nuevos hábitos que llaman la atención.

Por otro lado el pertenecer o no a un grupo nuevo, contrae el riesgo de generar inseguridades, sobre-adaptación, exclusión, angustias o ansiedades ligadas a ser parte del grupo. La aceptación puede también llegar a incidir en la percepción propia de si mismos, por lo que los aspectos sociales de su desarrollo siempre tendrán un valor personal particularmente difícil de comprender. A partir del desarrollo social comienza también la atracción física, momento donde se empieza a definir la orientación sexual, los gustos y las preferencias que cada joven decida elegir y no necesariamente se sienten abiertos a compartir debido a las incomodidades que pueda generar hablar de estas.

Comienza la preocupación por la imagen personal teniendo mucha importancia la autoestima, forma en que los adolescentes se perciben a sí mismos. El cómo los ven las personas que para ellos son significativas y como creen que los ven, puede ser perjudicial para los adolescentes que comienzan a preocuparse de su imagen, ya que la propia percepción de su entorno puede verse afectada dependiendo de lo que considere que las demás personas crean de él. Es un proceso donde múltiples factores físicos, emocionales y psicológicos tienen una incidencia en la comunicación con su círculo más cercano. Podría generar un aislamiento físico o emocional de su entorno, que dificulte a los adolescentes dar cuenta de sus emociones. Esto podría ser una carga innecesaria que por ejemplo repercutiría en la búsqueda desesperada e idealizada de aprobación social. Trastornos de la alimentación, aceptación de la imagen propia corporal, identidad sexual y otros son, derivados del modo en que los adolescentes se relacionan con su entorno y suelen ser factores que debilitan el desarrollo de un joven de manera física y psicológica. Por lo cual, un factor primordial siempre es saber identificar cuando se comienzan a gestar y en lo posible prevenir desde un inicio ante las dudas para que no pase a mayores.

Respecto a la adolescencia y el desarrollo de esta, es que se identifican múltiples condiciones que se desprenden durante el desarrollo de la infancia a la adultez, donde el modo en que esta se transite, será clave para determinar el adulto que el joven será en el futuro. La búsqueda de identidad e independencia puede verse fragilizada por factores emocionales no abordados que posteriormente vuelvan a aparecer. La psicoterapia en adolescentes permite trabajar, reparar y generar herramientas en múltiples escenarios donde el desarrollo se vea afectado. A través de un trabajo que permita escuchar la posición de cada joven y su acontecer, es que se busca hacer parte al adolescente de su propio proceso, dando cuenta de los cambios que está viviendo y los diferentes momentos que están ocurriendo repentinamente en su vida. El saber identificar tempranamente los factores señalados o ante la sospecha prevenir buscando apoyo profesional, optimiza la posibilidad de trabajar desde un principio algunas temáticas que podrían irse complicando. Por lo cual, donde existan dudas respecto lo que le sucede a los jóvenes o se presenten dificultades en la comunicación entre padres e hijos, siempre es aconsejable consultar.

Por: Ps. Javier Aliaga Quintana. Psicólogo Clínico, Magíster en Psicología Clínica con Mención en Psicodiagnóstico e Intervenciones Terapéuticas. Magíster en Psicología Clínica mención Psicoanálisis.